Su amigo Pedro Ivan

sábado, 20 de diciembre de 2008

Marina tenía un mejor amigo: Pedro Ivan.

No se conocían de toda la vida, ni eran amigos de algún lugar, ni tenían un afecto demasiado grande el uno por el otro. Pero de alguna manera se habían hecho amigos, y de alguna manera a ella le resultaba querible el perfil medio perverso, retorcido y sombrío de su amigo; y de alguna otra manera a él le gustaba compartir tiempo con Marina, que casi era como haberse comprado un cocker alegre, saltarín y con orejas muy largas.

Un buen día Pedro Ivan se casó.
Y se casó con una chica... tan linda! Tan sensual, tan bella. Tenía una voz maravillosa y una forma de hablar que era como una caricia.
Marina estaba encantada con la esposa de su amigo.
La estimación de Marina por su amigo subió varios puntos cuando conoció a su esposa, tanto así la impactó.

Una noche hubo una fiesta en casa de Pedro Ivan y su esposa, y de a poco todos se fueron yendo, y a Marina le costaba arrancarse del sillón en el que estaba tan cómoda y se preguntaba si era de mal gusto quedarse un rato más o si estaba todo bien.
Finalmente se decidió a irse, y cuando Ella la acompañó a la puerta de calle innecesariamente Marina vio un brillito especial en sus grandes ojos negros.
-por qué no te quedas con nosotros?... dijo Ella, mirandola fijo y con un leve arrastrar de tequila en la voz.
-pero... mañana tengo que trabajar, es tarde, está todo bien, me tomo un taxi...
-sí... no... que te quedes, con nosotros, que pases la noche con nosotros. Se acercó un poco más Ella.
...
....
-con...ustedes... dos?... pero...
-dale, quedate, él es lindo, vos me gustás, va a estar bueno... dale... quedate. Mientras agitaba las llaves, se jugaba la última carta, Ella.
Marina hacía tiempo que tenía esta fantasía, de compartir la cama con otra persona, de saber cómo era estar con una mujer, y en su mente no entraba casi nada racional, simplemente se preguntaba si esto era real, si traería consecuencias, y, si estaba depilada y en condiciones.
Mientras tanto Ella se habia desbarrancado en una serie de explicaciones y pedidos que contemplaban desde el cariño hasta un "no tengas miedo" que Marina no escuchaba porque estaba demasiado aturdida, y Ella cada vez estaba más cerca y casi la había arrinconado contra la pared y de alguna manera la estaba "cuerpeando" mientras decía cosas que Marina ya no escuchaba, ansiosa por poder salir de alguna manera de la negociación ( y pasar a los hechos).
Calculando, tratando de imaginar cómo sería meter la mano en ese escote rojo, besar aquella pequeña curva de la nuca, tener un rato para pasar su mano por los labios de Ella.
Marina se quedó en silencio y Ella también. Y como Marina no salió corriendo, Ella la tomó de la mano y entró nuevamente a la casa, a contarle feliz a su marido que había invitado a Marina y Marina había aceptado. Ivan Pedro sonrió, de orgullo por la mujer que tenía, de cariño por la amiga que tenía, se sentía millonario en ese momento y entre brindis y tequilas el clima se aflojó y pasaron una noche mágica en la que todo fue increíble para Marina .
Los hombres son - con suerte- unos seres con cierta rigidez, duritos, calientes... un poco secos.
Las mujeres, o Ella al menos, era suave, tibia, blanda. Jugosa. Quizás demasiado blanda, y en esos momentos las intervenciones de Pedro Ivan eran muy bienvenidas.
Marina se entregó a la diversión, al goce, al descubrimiento, a la confusión de brazos, piernas, tetas, suavidades, durezas, temperaturas, texturas, movimientos. Sonidos, gemidos y palabras susurradas con cariño, con sorpresa, con alegría.
Fue una larga noche, que se prolongó una o dos noches más.

Y, todos saciados de todas las maneras, tan amigos como siempre.

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