domingo, 25 de enero de 2009
Una vieja carta de amor marino...
Casi siempre pasa, que las relaciones toman su ritmo.No importa que sean relaciones de una vez o de años… toman el ritmo de esa vez, de esos años…
Pero algunas veces, damos con un ser que tiene un ritmo propio.
Y ese ritmo propio, íntimo y personal, se acopla de tal forma con el nuestro que es imposible dejarlo pasar, imposible pensar, imposible...
Y así nos encontramos hambrientos de ese cuerpo, de esa piel, de ese olor.
Y cuando nos encontramos – los dos- vos y yo, eso se dispara en su totalidad y esa cama se transforma en una fiesta.
Y si yo estoy algo remolona, vos encontrás la manera de provocarme, de despertarme, de recordarme que acá estamos para esto, que esto es lo que nos divierte y nos hace felices.
Y entonces tu piel me da tal hambre que siento que nunca se va a saciar, y tus gestos y movimientos me provocan muchas ganas, y ya no se cuál es la fuente, no se quien está dando y quien está recibiendo, porque de alguna manera perdemos la conciencia, y sólo queremos seguir seguir y seguir, más profundo, más rápido, más fuerte. O todo a la vez.
Tu ritmo me enloquece.
Tu abandono me enloquece.
Y tu sudor me incita a lamerlo, tus gemidos me hacen ser más que yo misma, y nuestro olor hace que ese agotamiento que sentimos sea el más pleno de los cansancios.
...de alguna manera misteriosa, mi ritmo alimenta al tuyo. Y mis gritos, mis gestos y mis latidos interminables generan en vos unas ganas de seguir, de colmarme, de llenarme…de agujerearme?
........................................................................................................................................
Entonces amanecemos en esos juegos, y sin saber cómo pasaron muchas horas, muchas vidas, mucha risa, mucho…
Hasta que decidimos que ya está y que seguimos la próxima vez.
Y nos quedamos pipones de sexo, con todos los lugarcitos plenos; un poco desconcertados de que el otro sea otro, si hasta hace un momento no sabíamos muy bien de quién era este brazo o esta pierna.
Te devuelvo tus maravillosas manos y toda tu piel, me devolvés mis labios cansados.
Y nos vestimos y nos recuperamos cada uno a sí mismo… pero en nosotros queda esa alegría de saber que esto no tiene cómo terminar.